Cuento las pecas
Había pasado un buen rato, se nos secaba encima el sudor y mi piel toda se quedaba con el olor a maravilla de Ti, de repente te me quedaste mirando, tratando de entender qué hacían mis dedos en tu pecho recorriendo tal belleza de un lado al otro, y me preguntaste intrigada: “¿se puede saber qué Tú haces?” Yo sin quitar mis ojos de tus senos te respondí tranquilo: “cuento las pecas que me faltan por besarte, incluso veo que algunas quieren que las bese de nuevo y cambian de color para tratar de confundirme”.
"¡Oh Señor! ¡Qué entretención la tuya! Me parece muy bien" Dijiste entonces, tratando un poco de ocultar la sonrisa de niña que te producían las sutiles cosquillas de mis dedos traviesos andando sueltos por la desnudez de tu pecho, pues así para seguirle la corriente a la conversación te dije Yo: “pueden cambiar de color para confundir mis ojos, pero con ese sabor único en mis labios quedarán delatas, y como condena por la ofensa las besaré una y otra vez, hasta que vuelvan a tener de nuevo su propio color”.
"¡Oh Señor! ¡Qué entretención la tuya! Me parece muy bien" Dijiste entonces, tratando un poco de ocultar la sonrisa de niña que te producían las sutiles cosquillas de mis dedos traviesos andando sueltos por la desnudez de tu pecho, pues así para seguirle la corriente a la conversación te dije Yo: “pueden cambiar de color para confundir mis ojos, pero con ese sabor único en mis labios quedarán delatas, y como condena por la ofensa las besaré una y otra vez, hasta que vuelvan a tener de nuevo su propio color”.
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