Un paraguas negro
La lluvia pertinaz suavemente mojaba todo, sin mucha fuerza pero de un modo constante, sin tener un plan se hacía correr el agua por los contenes buscando llegar a posarse ya en lo más bajo, donde los residuos sólidos arrastrados por la propia corriente al final ya se apilaban, tal cual, como pasaba cuando éramos niños.
Yo esperaba que amainara la lluvia para marcharme, pues no quería mojarme y como no tenía prisa me deleité observando el suceso natural. Sin embargo llovía más y había menos claridad, la brisa era húmeda y fresca cuando de repente un paraguas negro cubriendo una Dama se vio apresurado entrando al lugar, y mucho goteaba.
Cuando su dueña cerró el paraguas se reveló su apariencia, para mi completa sorpresa era la Bella Señora con su pelo algo alborotado y el brillo en sus ojos me miró como para saludarme, apenas distante con una sonrisa en la boca me dijo un “Hola”, me quedé inmóvil, por instinto logré vocalizar un "Buenas tardes Señora".
Entonces bajé la mirada, no quería molestarla con preguntas visuales, Ella santa y paciente se dirigió al baño, luego de un rato volvió a pasar mostrando su caminar, bien peinada y con los labios frescos, ya serenos sus ojos no buscaban conversación, de modo que Yo como antes me quedé, sentado observando la lluvia caer.
Un atardecer lluvioso al final del verano, un Extraño Señor, un paraguas negro y una Bella Señora sin querer coincidieron en un lugar cualquiera, todo pasó sin pasar y sólo quedan para recordar las sutiles miradas de cada cual, los anhelos se quedaron callados, los deseos se quedaron guardados, el silencio lo dijo todo.
Yo esperaba que amainara la lluvia para marcharme, pues no quería mojarme y como no tenía prisa me deleité observando el suceso natural. Sin embargo llovía más y había menos claridad, la brisa era húmeda y fresca cuando de repente un paraguas negro cubriendo una Dama se vio apresurado entrando al lugar, y mucho goteaba.
Cuando su dueña cerró el paraguas se reveló su apariencia, para mi completa sorpresa era la Bella Señora con su pelo algo alborotado y el brillo en sus ojos me miró como para saludarme, apenas distante con una sonrisa en la boca me dijo un “Hola”, me quedé inmóvil, por instinto logré vocalizar un "Buenas tardes Señora".
Entonces bajé la mirada, no quería molestarla con preguntas visuales, Ella santa y paciente se dirigió al baño, luego de un rato volvió a pasar mostrando su caminar, bien peinada y con los labios frescos, ya serenos sus ojos no buscaban conversación, de modo que Yo como antes me quedé, sentado observando la lluvia caer.
Un atardecer lluvioso al final del verano, un Extraño Señor, un paraguas negro y una Bella Señora sin querer coincidieron en un lugar cualquiera, todo pasó sin pasar y sólo quedan para recordar las sutiles miradas de cada cual, los anhelos se quedaron callados, los deseos se quedaron guardados, el silencio lo dijo todo.
Comments
Post a Comment