Una cita y nada más
Te
alejaste de Mí ese día sin saber que Conmigo por siempre te quedabas.
Te
marchaste sin volver la mirada atrás ese atardecer de llovizna pertinaz que
dejó tu imagen grabada en los cristales de todas las ventanas del lugar,
mientras mil gotas de agua salpicadas rodaban tristes hasta el suelo, como
acariciando tu pelo y borrando tu cara entre los grises reflejos del ocaso,
dejándome solo entre las sombras del momento, a merced del silencio de tu
partida sin tener una verdadera despedida.
Un
rato apenas pude disfrutar de la frescura de tu cara; a veces escondías la
mirada como queriendo ocultar de Mí las luces de tu alma que brillando enseñan
sinceros tus verdes ojos, quizás sin Tú quererlo. Tu pelo de tonos dorados
lucía impecable y tus finos labios pintados hablando nomás atraparon toda mi
atención sin previo aviso. Luego entre los sencillos y elegantes gestos de tus
manos tu sonrisa encantó mi pensamiento, no sabía a veces qué decir ante la
fineza de tu trato y linda tu nariz, al verla de cerca por vez primera, me
gustó cómo te queda. Tu mirada profunda me cautivó plenamente, no lo pude
ocultar y creo que al notarlo un poco de temor te causó, mas todo luego en
calma quedó cuando decidiste terminar aquella breve charla tantas veces
anunciada.
Fue
una cita y nada más, no pude siquiera estrechar tus manos, tener el calor de tu
piel y sentir la energía de tu ser.
Tantas
cosas que quería decirte y no sé qué dije, estuve como un preso en todo
momento, mirando tu piel tersa y natural, viendo tu boca y su sonrisa divina,
admirando sin pausa tus ojos preciosos y contemplando tu pelo. Me gustó tanto
tu voz que todavía recuerdo cada una de tus sabias palabras.
Una
cita y nada más, el último recuerdo de tu personalidad que admiré desde antes y
que ahora vive en mi memoria sin una opinión adversa.
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