Siempre supiste que el amor existía
Tantas
veces al amor le escribí y muchas sonrisas pude conseguir, pero sin saber
realmente si era el amor quien respondía cuando mi corazón iluso lo creía.
Entonces
la juventud no entendía la vida y el tiempo era sólo un instrumento para contar
las horas, medir las aventuras y apurar las despedidas, viviendo derroches
entre licor, música y canto en esas calles sin esquinas; fueron tantas noches
mirando el mar sin comprender su inmensidad que hoy ya no se pueden contar.
Y
a pesar de todo y de todos fue buena la vida, con paciencia y fortuna el tiempo
mismo trajo consigo los frutos de la siembra de otoño, y fueron bellos momentos
de gratas memorias. Sin contarlos aprisa pasaron los años con altas y bajas, entre
risas y llantos recorriendo caminos y veredas con destinos diversos, luego sin
estarla esperando llegó serena la madurez, a cada cual por separado y en su
justa medida miró, dejando atrás alegrías mustias y penas marchitas, vino la
edad comprendiéndolo todo, lamentando las dudas, recordando el silencio de
aquellas palabras vacías que tanto ignoramos. El pelo cambió primero de color y
después de lugar sin poderlo evitar, al final cansados nos toca comprender que
somos humanos y sentimos cada vez más la frialdad del invierno. Finalmente, la
paz se ha convertido en la nueva meta a alcanzar.
Sin
embargo, ahora sin pensarlo siquiera una mirada te enseña que no estabas
equivocado, que siempre supiste que el amor existía aun cuando no supiste
encontrarlo ni quisiste esperarlo.
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