Después de tres días
Sin
querer enamorarme, ni nada parecido, me conversaba de temas simples, de cosas
cotidianas y sencillas, a veces incluso con innecesaria formalidad, también
abordaba temas importantes, claro está, otras veces jocosamente decía alguna
tontería y una que otra vez con prudencia se detenía antes de decir su opinión,
pero siempre usando las palabras correctas, con el sentido de la oración para
lograr un entendimiento sin dudas, sin espacio para interpretaciones diversas.
Y Yo iba quedando encantado con Ella.
Y
los ratos corrían amenos, sencillos y sinceros sin mirar las manijas del reloj,
sin llorar por el pasado al volver a hablar del ayer. Yo no me daba cuenta al
principio que al oírla más, y conversando más con Ella, cada vez me conquistaba
sin batallas cual tierra que no tiene dueño, quedándome como gaviota que se
baña en un mar en calma, entonces la escuchaba con mi soledad bajo el brillo de
una luna que sufre al verme sentado sobre el silencio de mis escritos de
antaño. Yo iba sintiéndome fascinado con cada risa de Ella.
Y
cada día, cada noche, cada madrugada, o sea, en todos los momentos del
presente, su dulce voz acariciaba mis oídos y su risa de niña llenaba con
alegrías los vacíos que dejaron los tristes años del pasado, aquellos que una
vez hundieron mi corazón en el fondo del sufrimiento. Y Yo me iba quedando como
un ciego enamorado, sintiendo la magia de sus palabras tocar mi alma. Parece
que había olvidado la sensación natural de entrega que hace amar al corazón
cuando se siente paz, libre como volando por el cielo.
Así,
después de tres días todo diferente sería, su voz cambió de tono y se convirtió
en melodía para mis oídos, su risa cambió también pues fónica se escuchaba como
un eco divino de alegrías por todas las esquinas, su respirar y mi respirar se
convirtieron en un mutuo suspirar diciendo lindas palabras de esperanza. La
bondad del corazón y la alegría del alma de cada quien construyeron, sin perder
nada de sí, un vínculo de amor entre los dos que nadie pudo nunca imaginar fuera
posible. Así Yo quedaba conquistado.
Después
de tres días no eran los mismos viejos conocidos que acaso separados por los
años que maduraron con daños sus vidas se encontraban de nuevo, o mejor dicho, esos
que por primera vez en verdad se conocían, y que sin buscarlo siquiera lo que
nunca pensaron llegó a sus mentes como viento de verano, eso que nunca dijeron
finalmente se decía, aquello que jamás habían sentido tiernamente hoy se sentía.
Será tal vez uno de esos milagros de la vida que a nadie pregunta y se sienta callado
a tomar un café.
Después
de tres días mi corazón habló Conmigo, me dijo que lo dejara suelto, que
abriera sus puertas y que dejara entrar los momentos y así, sin más ni más, la
brisa de su respirar refrescaría mi aposento, las luces de su mirar iluminarían
mi oscuridad, el sonido de su voz pronunciando mi nombre callaría el silencio
de todos mis días, el roce de su piel despertaría los anhelos que tirados
yacían en un cuerpo con forma de hombre que dormía como muerto a la orilla del
camino, sus labios tersos besarían mi boca.
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