La Casa está triste
El
ruido de la mañana se ha quedado dormido, nadie abre las puertas con prisa para
salir corriendo a tomar la leche con café antes de ir a aprender, acaso hoy el silencio tropieza
y se queda mirando cuando me levanto, pero nada me dice al preguntarle quién es.
La Casa está triste, ya es una casa mayor llena de achaques que no alberga a los
niños de aquel tiempo de sueños, donde ellos reían también cuando el sol radiante
era grato de ver.
La
Casa está triste en su soledad de paredes y puertas cerradas, en su oscuridad
de pisos y techos que sin luz hoy nada pueden hacer para ver de nuevo las
siluetas sentadas, sin los sonidos de risas sin tino antes las ocurrencias gallegas
que solían ser contadas, no queda un reloj en la cocina que mida los minutos para
hornear las galletas en moldes plateados que eran meriendas a mitad de las
tardes en los fines de semana.
Cuando
llueve ya nadie sale corriendo a buscar la ropa tendida para que no se moje,
cuando cae la tarde nadie cierra las ventanas para que no entren los mosquitos,
cuando cae la noche ya la Casa está triste, no hay cena dispuesta porque cada
cual se arregla como puede y sigue en su afán cotidiano, somos adultos distintos
y ocupados con temas que colman el tiempo con preocupaciones y misterios que ya
no se quieren compartir.
La
Casa está triste y triste se ve más cada día, quieta y callada, no obstante
valiente se muestra a la intemperie del día sin protestar siquiera, y también en la
noche altiva se sienta a mirar las estrellas, como diciéndole a todos que es
ella la misma de siempre, la que está cuando se quiere usar para fiestas y la
que cuida los enseres de manos ajenas cuando sola se queda acompañando a las
mascotas que duermen y comen, nada más.
¿Qué
más puedo decir? Así es, la Casa está triste, pero es una tristeza conforme, pues
es la evolución de la vida, es la consecuencia natural del paso del tiempo que
a todos nos toca. Quizás el mañana nos regala el privilegio de nuevas emociones
con nuevas vidas que disfruten otra vez del olor de la cocina, del humo del
asado, del sonido de la música, y si acaso nos quedan fuerzas para seguir adelante
tendremos de nuevo los días alegres.
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