Reencuentro (3/3): Hasta luego sin adiós

Quiero aprender a caminar a tu lado y no sólo tomar tu mano, también abrazar tu espalda y saber que ríes sin mirar cuando mueves las caderas con cada paso sin ver dónde vamos.

Suaves tus manos finas con las mías jugaban tocando cada dedo, el tacto decía maravillas de lo que podía pasarnos después, pero sólo sabe el destino cuándo es el mejor momento.

No queríamos que acabara la noche pero la vida sigue su curso y cada cual su quehacer, cada vez más cerca la una del otro, mi alma sentía alegre tu alma y tu piel llamaba mi piel.

La conversación amena seguía nuestro andar y de nuevo entre todos recorrimos las aceras calle abajo, para llegar donde empezamos el paseo, que culmina hoy tras una larga espera.

Me abrazabas y te abracé antes de cruzar la calle, entre las luces de los carros que no se detenían y así nos permitían estar cercanos de corazón, en paz cerrar los ojos y sonreír.

Aquellas calles, dueñas de siglos de historia, serían fieles testigos de complicidad inédita, ya se buscaban estos Corazones Ermitaños aquejados por la falta de cariño puro y sano.

De regreso también me olvidé de las calles y tu dirección fue genial al saber donde doblar, parece que en verdad me faltaba cordura, tu presencia mis nervios alteraba, ¡y que bueno!

Al volver hasta la puerta te acompañé, para decirte gracias otra vez, una velada conforme somos los dos, llena de alegrías y palabras, risas y paz, una vez más te miraba y me viste.

No nos hizo falta hacer preguntas y no hubo necesidad de dar respuestas, cada cual fue sí mismo sin capa ni escudo, no dejábamos de mirarnos contentos tras silentes risas sin fin.

Sin decirnos un "adiós" solté mi abrazo de tu cuerpo, con dos besos menudos entendimos que sería un "hasta luego" hoy la despedida, que mañana es otro día y pasado también.

5-Ene/2020 (Serie Corazones Ermitaños)

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