La puerta verde

Esa, que pintada de verde siempre luce imponente y parece simplemente invencible cuando se llega hasta ella, hoy discreta perdonó al pudor y callada todo observaba, curiosa tal vez, por saber qué podía pasar antes de separar de nuevo a dos corazones ermitaños hablando entre besos.

Esa, que siempre había sido barrera de protección para todos los residentes, ahora sería casual testigo silente de sagrados momentos de respiración agitada, escucha también de suaves gemidos entre los deseos de pasión, que sin contar las horas no conocen adiós.

Esa, que mira la silueta fundida de dos cuerpos emocionados comiéndose a besos bajo el farol del intercomunicador, que mira sin otra opción los pícaros caprichos de un corazón mientras la contraparte limita la acción, todo lo ve, acaso, como un juego de paz donde no hay perdedores.

Esa, que se queda pensando y se pregunta moviendo sus hierros por qué ahora es felicidad lo que antes fue llanto, que se ríe después entendiendo que las sonrisas que ha visto ahora entre caricias son el reflejo de pura alegría y de gozo vestido de respeto, todo lo escucha y nada murmura.

Esa, que tiene candados por todos los lados para evitar el paso de aquellos que no han sido invitados, igual sabe que es cuestión de tiempo, de poderse ganar el favor del amor, para un día dejar entrar los anhelos de la pasión a buscar los deseos del placer, entonces los ojos cerrar.

Esa, que siempre ha cuidado de todos allí sin importa los horarios,  hasta en los días feriados que son días sagrados, que es la seguridad de acceso físico que guarda con celo la entrada de las casas, que incluso cuando llueve con viento se moja y nada le importa, esa es la puerta de hierro, la verde.

7-Ene/2020 (Serie Corazones Ermitaños)

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