Reencuentro (1/3): Era tiempo de vernos

La tarde era adulta cuando combinamos los elementos para quizás vernos, a pesar de los años y a pesar de los daños, cada cual con su cuota de antaño sentía esos deseos otra vez.

Sin mucho qué pensar y poco qué decidir una media hora fue suficiente para establecer un plan que no tenía aún otras decisiones, y en el Destino confiamos los dos, como antes pasó.

Y me miraste y te vi, todavía estabas arriba y Yo esperaba abajo. Era ya la hora justa, era el lugar indicado, sin comer ansias caminando hasta la puerta respiré, era tiempo de vernos.

Pisando cada peldaño sin miedo venías, Yo tranquilo conversaba con el Gato de la vecina, hasta que llegaste y me viste, entonces Yo te miré para abrazarte completamente después.

Un saludo sencillo entre sonrisas de alegría y sorpresa compartida me confirmó cosas de la vida que ya imaginaba, el color de tus ojos, arreglado tu pelo dorado, tus labios pintados.

Un momento de paz lleno de energía acogía todo mi ser, mi alma y tu alma conversaban de nuevo, esta vez con los cuerpos presentes, sin querer soltar tu espalda hicimos camino.

Y me mirabas sonriéndome, Yo manejaba y te veía de a veces, la emoción nacía y crecía sin pedirnos permiso, igual ninguno iba a decirle "no" a dos ojos con brillo azul en un atardecer.

Sentía tu presencia, la que no se ve, Conmigo en todo momento y a veces hasta te tocaba para entender que también estaba presente tu cuerpo de mujer, a mi lado sin parpadear.

Se me olvidaban las calles y la dirección se perdía, mi fortuna fue tu guía, y me llevaste con bien por los viejos lugares de la ciudad, para detenernos luego y mirarnos sin temor.

Caminando tomados de la mano, rozándonos la piel, percibí ese bienestar que me da tu ser, sin decir una palabra, sin mirarnos siquiera, como dos cómplices románticos al atardecer.

5-Ene/2020 (Serie Corazones Ermitaños)

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