Quisiera hoy encontrarte
Cuando conversamos siento que a ratos me miras con dudas, y quiero que sepas que quizá no siempre te diga toda la verdad, tal vez a veces sí calle algún detalle, pero será por puro respeto A Ti, a Mí, a los demás, mas mentirte no podría hacerlo jamás, no le veo sentido, si me vas a amar, porque así lo has querido, prefiero que me ames como soy Yo en realidad.
Quizá no lo sabes ó tal vez lo has olvidado, aunque ya te lo haya dicho antes entre mis frases, pero igual te lo digo hoy de nuevo: Yo te admiro, y mucho.
No es sólo el físico lo que cuenta para tener admiración por una Dama, y quiero también hoy dejar constancia plena de que reconozco que tu físico es espectacular, es por mucho superior a los estándares de aceptación, eres muy deseable como Mujer para un Hombre. Eres la Diva en cualquier lugar.
Al mismo tiempo, y dicho lo anterior, pasa el físico a un segundo plano cuando empieza la conversación. El comportamiento y la manera de ser que muestran la personalidad; los modales que muestran la educación propia de la niña hecha mujer; las palabras dichas, las preguntas y las respuestas, además los juicios de valor que muestran la inteligencia; entonces va tomando una forma definida la admiración. Muchas veces aquí termina todo.
Seguidamente llega la química a participar de la ecuación, para ya completar la admiración. El brillo en las miradas acercándose al saludo, el olor de la piel del cuello en un abrazo, el sabor del aliento con ansias en un beso, el tacto de ternura en una caricia sutil después de quitar los botones al vestido.
Como siempre, es cuestión de sumar la física, la química y la anatomía, eso es el amor, aunque de la anatomía creo que será lo mejor hablarlo otro día.
Pero, quisiera hoy encontrarte y mirarte y saludarte y abrazarte y besarte, así todo junto y al mismo tiempo, en el mismo instante, luego besarte más.
Tomar tus manos y apretarlas despacio entre las mías hasta que te rías; mirar tus pupilas y que ellas me digan qué ven en las mías; rozar tus mejillas y tu cara linda con mi barba larga y acaso saber de tus cosquillas por una sonrisa pícara; abrazar tu espalda ancha y tu cintura baja y sentir en mi pecho junto con el tuyo los latidos raudos de tu corazón; aún de pie besar sin prisa tu boca pintada y quitarle el color carmín a tus labios tersos mordiéndolos con ternura, fuera y dentro. Sin tener que hablar amarte más.
Si te sigo diciendo de mis anhelos Contigo se nos complica el momento y seguramente terminamos de cómplices amándonos hasta el final del tiempo, de espaldas al mundo, como nadie lo hizo antes, como nunca, como si nada.
Quizá no lo sabes ó tal vez lo has olvidado, aunque ya te lo haya dicho antes entre mis frases, pero igual te lo digo hoy de nuevo: Yo te admiro, y mucho.
No es sólo el físico lo que cuenta para tener admiración por una Dama, y quiero también hoy dejar constancia plena de que reconozco que tu físico es espectacular, es por mucho superior a los estándares de aceptación, eres muy deseable como Mujer para un Hombre. Eres la Diva en cualquier lugar.
Al mismo tiempo, y dicho lo anterior, pasa el físico a un segundo plano cuando empieza la conversación. El comportamiento y la manera de ser que muestran la personalidad; los modales que muestran la educación propia de la niña hecha mujer; las palabras dichas, las preguntas y las respuestas, además los juicios de valor que muestran la inteligencia; entonces va tomando una forma definida la admiración. Muchas veces aquí termina todo.
Seguidamente llega la química a participar de la ecuación, para ya completar la admiración. El brillo en las miradas acercándose al saludo, el olor de la piel del cuello en un abrazo, el sabor del aliento con ansias en un beso, el tacto de ternura en una caricia sutil después de quitar los botones al vestido.
Como siempre, es cuestión de sumar la física, la química y la anatomía, eso es el amor, aunque de la anatomía creo que será lo mejor hablarlo otro día.
Pero, quisiera hoy encontrarte y mirarte y saludarte y abrazarte y besarte, así todo junto y al mismo tiempo, en el mismo instante, luego besarte más.
Tomar tus manos y apretarlas despacio entre las mías hasta que te rías; mirar tus pupilas y que ellas me digan qué ven en las mías; rozar tus mejillas y tu cara linda con mi barba larga y acaso saber de tus cosquillas por una sonrisa pícara; abrazar tu espalda ancha y tu cintura baja y sentir en mi pecho junto con el tuyo los latidos raudos de tu corazón; aún de pie besar sin prisa tu boca pintada y quitarle el color carmín a tus labios tersos mordiéndolos con ternura, fuera y dentro. Sin tener que hablar amarte más.
Si te sigo diciendo de mis anhelos Contigo se nos complica el momento y seguramente terminamos de cómplices amándonos hasta el final del tiempo, de espaldas al mundo, como nadie lo hizo antes, como nunca, como si nada.
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