Entreabierta quedó la puerta
Sin pasar pero sin fuera quedar, entreabierta quedó la puerta, y ambos nos miramos con grandes ojos de sorpresa porque nadie había dicho que la magia podría cruzar el umbral que lleva a la escalera; pequeñas miradas y cortas palabras dominaron el momento que pronto encontraría la manera de evitar la distancia entre tu cuerpo y el mío; y te abracé, y me abrazaste Tú.
Entreabierta quedó la puerta, mirándonos sin cambiar de color, tanto miraba afuera como miraba adentro, aunque de vez en cuando de lado bajaba la vista buscando entender esta nueva situación, y Nosotros, ajenos a la razón, nos quedamos sin palabras abrazados y a ojos cerrados nuestros labios volvieron a emprender la aventura del beso apasionado, llegando a la pared.
Entreabierta quedó la puerta, atenta observando esta nueva clase fascinante de besos distintos, acto hoy repetido pero nunca aburrido, y mi cuerpo te pedía más, tu espalda era mía, sin planes de conducta la tensión subía, todo iba cambiando de forma y de color, sublimes los suspiros nos invadieron, y sin miedo me dijiste “te quiero”, y sin dudar besándote te abracé de nuevo.
Entonces la puerta verde nos pedía cerrarse, quizá simplemente porque estaba abierta, acaso porque más amplia no podía abrirse hoy ó tal vez porque no sabía qué nos iba a decir después, así el camino por la tierna campiña de la vida se veía esperándonos con alegría para colmar con placer los deseos que nacieron de anhelos guardados en los corazones ermitaños.
Entreabierta quedó la puerta, mirándonos sin cambiar de color, tanto miraba afuera como miraba adentro, aunque de vez en cuando de lado bajaba la vista buscando entender esta nueva situación, y Nosotros, ajenos a la razón, nos quedamos sin palabras abrazados y a ojos cerrados nuestros labios volvieron a emprender la aventura del beso apasionado, llegando a la pared.
Entreabierta quedó la puerta, atenta observando esta nueva clase fascinante de besos distintos, acto hoy repetido pero nunca aburrido, y mi cuerpo te pedía más, tu espalda era mía, sin planes de conducta la tensión subía, todo iba cambiando de forma y de color, sublimes los suspiros nos invadieron, y sin miedo me dijiste “te quiero”, y sin dudar besándote te abracé de nuevo.
Entonces la puerta verde nos pedía cerrarse, quizá simplemente porque estaba abierta, acaso porque más amplia no podía abrirse hoy ó tal vez porque no sabía qué nos iba a decir después, así el camino por la tierna campiña de la vida se veía esperándonos con alegría para colmar con placer los deseos que nacieron de anhelos guardados en los corazones ermitaños.
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