Reencuentro (2/3): Refugio de paz

Andando despacio, tomado de tu mano sin miedo por las hoy angostas calles de la vieja ciudad, sentí la brisa de la tarde decirme cuan grande era mi dicha, pues estabas Conmigo.

Entre tanta gente nos paseamos sin saber qué decían, sin mirar a nadie, sólo éramos Tú y Yo en un viejo lugar de calles y paredes de piedra, buscando un refugio para conversar.

Entrando a una callejuela nos invitó un jardín a sentarnos bajo el verde follaje y la luz cálida que cómplice permeaba entre ramas, donde el agua chorreando nos brindaba toda la paz.

Como paraíso moderno nos encantó el lugar, cual si fuéramos Adán y Eva conociéndonos por vez primera, sin pensar qué pasaría con la manzana del deseo ¿acaso morderla los dos?

No podía casi apartar mi mirada de tu cara, tus ojos me miraban también preguntando tal vez si era cierto, y así ya cualquier palabra era grata mas todo fue cuando estreché tu mano.

La suavidad de tu piel así me convenció de no apartar mis manos de las tuyas mientras conversábamos, si bien Yo hablaba Tú atenta me escuchabas y después te escuchaba Yo.

De repente al terminar una frase, de mi boca se escapó un beso que se posó en tus labios, el pícaro se reía después cuando le tildabas de ladrón, es un simple detalle que acontece.

Tu sonrisa fue perdón de mi atrevimiento y seguimos conversando de todo y de Mí, tanto nos reímos sin aburrirnos que terminamos la sangría para ir caminando a buscar el helado.

En ningún momento a tu lado sentí ni frío ni calor, tus ojos me miraban y tu sonrisa era toda mía, todavía me decía a mi mismo que quizá era esto una fantasía, pero no, eras Tú.

Me gustó más verte comer el helado que el sabor que tenía el que Yo me comía, era tu cara una poesía de bellos colores esperando los acordes para hacerla una linda canción.

5-Ene/2020 (Serie Corazones Ermitaños)

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