Encontrarse otra vez

Nadie puede contar cuántas veces sopla el viento sobre las montañas heladas antes de bajar raudo por las colinas a buscar en los valles alguna rendija por donde colarse a mirar atónito las almas serenas que sueñan desnudas hasta que se rompa el hechizo que les cambie la suerte, o mejor dicho, que quieran ya los ojos abrir y ver al universo.

Nadie sabe por dónde viven errantes los Corazones Ermitaños, a quienes les ocurren los verdaderos milagros, mas un viento de paz tenaz persigue por doquier los cantos de las almas sublimes, que se desatan todas las mordazas al amar, como aman los que saben.

Nadie sabe cuántas vueltas da la vida dentro del globo terráqueo antes de mirarnos a los ojos con devoción en un giro del destino. El susto nos deja inmóviles sin nada entender.

Y así nomás, entre las palabras propias y las ajenas se detuvo la vida, sonriéndonos sin pretensiones, mirándonos sin disimulo para hacernos saber que nos hablaba un susurro.

Y así, entre las letras y las canciones de cada cual se detuvo un día la vida, murmurando unos versos que nadie entendía, entonando un hechizo para que se abrieran las puertas y las ventanas del corazón y pudiera la soledad salir sin demora a recorrer otros caminos.

Encontrarse otra vez en esta vida no es obra del azar, es un efecto de causa, es la mera consecuencia del amor verdadero, es el resultado mejor de la fuerza de la bondad que tiene el corazón, es el premio más caro para quienes buscan y hallan en cada persona lo mejor del amor más puro. Encontrarse otra vez y saberlo además es privilegio de pocos.

2-Ene/2020 (Serie Corazones Ermitaños)


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