Matemática infinita
De niño siempre me preguntaba para qué me servirían las matemáticas cuando fuera Yo un adulto educado, después creo que le encontré por fin alguna utilidad práctica: pues saber el total de una suma, para citar sólo un ejemplo.
Sin embargo hoy de nuevo me cuestiono y entiendo que no sirve para todo, y más que antes puedo dar varios ejemplos concretos y fehacientes que sustentan mis dudas sobre este respecto, y no me avergüenzo con ello.
¿Cómo contar todas las miradas que fugaces se cruzaron de tus ojos a los míos, brillando como estrellas sin dueño sobre un plácido mar de ilusiones, buscando el cariño puro y verdadero que quieres hoy encontrar en Mí?
¿Cómo contar todas las sonrisas llenas de alegría de tu cara angelical brindando paz a mi alma, que más que emocionada también sonreía sin hablar, tal si nadie más existiera, como si nada fuera más importante que Tú?
¿Cómo contar todos los abrazos de corazón que tu pecho me entregó, mientras tus manos sujetaban mi espalda dándome el calor sutil de tus senos, a la vez que besabas mi cuello despertando anhelos de amarte con pasión?
¿Cómo contar todos los besos que, coqueta, tu boca me regaló, aquellos cortos, los largos mordiendo mis labios con ternura, una y otra vez y más después, sin tener prisa y sin hallar el cansancio, bajo la luz de la luna creciente?
¿Cómo contar todas las caricias que tus manos, tan suaves como la brisa de invierno, tuvieron en mi frente, en mi cuello, en mis mejillas, con mis dedos traviesos sin perder la cordura, que nos mira sin creer que así es?
¿Y al final no sé calcular matemáticamente cómo se pudo controlar las ansias de mi piel que crecía sin pudor al contacto de tu cuerpo, sin llegar hoy a tirar tu ropa al suelo para ser los dos una sola carne colmada de placeres?
Y al final no pude calcular matemáticamente cómo controlé las ansias de mi piel que al buscarte te encontraba y al contacto con tu cuerpo crecía sin pudor, sin necesidad de desnudarnos para ser los dos una sola carne.
No sabe la matemática moderna resolver la ecuación de nuestra forma de amar, de ser ambos la misma piel sin dudas ni miedos, Tú infinitamente mía y Yo infinitamente tuyo, sin medir el tiempo ni la distancia para tenernos.
Sin embargo hoy de nuevo me cuestiono y entiendo que no sirve para todo, y más que antes puedo dar varios ejemplos concretos y fehacientes que sustentan mis dudas sobre este respecto, y no me avergüenzo con ello.
¿Cómo contar todas las miradas que fugaces se cruzaron de tus ojos a los míos, brillando como estrellas sin dueño sobre un plácido mar de ilusiones, buscando el cariño puro y verdadero que quieres hoy encontrar en Mí?
¿Cómo contar todas las sonrisas llenas de alegría de tu cara angelical brindando paz a mi alma, que más que emocionada también sonreía sin hablar, tal si nadie más existiera, como si nada fuera más importante que Tú?
¿Cómo contar todos los abrazos de corazón que tu pecho me entregó, mientras tus manos sujetaban mi espalda dándome el calor sutil de tus senos, a la vez que besabas mi cuello despertando anhelos de amarte con pasión?
¿Cómo contar todos los besos que, coqueta, tu boca me regaló, aquellos cortos, los largos mordiendo mis labios con ternura, una y otra vez y más después, sin tener prisa y sin hallar el cansancio, bajo la luz de la luna creciente?
¿Cómo contar todas las caricias que tus manos, tan suaves como la brisa de invierno, tuvieron en mi frente, en mi cuello, en mis mejillas, con mis dedos traviesos sin perder la cordura, que nos mira sin creer que así es?
¿Y al final no sé calcular matemáticamente cómo se pudo controlar las ansias de mi piel que crecía sin pudor al contacto de tu cuerpo, sin llegar hoy a tirar tu ropa al suelo para ser los dos una sola carne colmada de placeres?
Y al final no pude calcular matemáticamente cómo controlé las ansias de mi piel que al buscarte te encontraba y al contacto con tu cuerpo crecía sin pudor, sin necesidad de desnudarnos para ser los dos una sola carne.
No sabe la matemática moderna resolver la ecuación de nuestra forma de amar, de ser ambos la misma piel sin dudas ni miedos, Tú infinitamente mía y Yo infinitamente tuyo, sin medir el tiempo ni la distancia para tenernos.
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