Te veo y no lo me creo
No hace justicia la fotografía a la belleza de tu vida, de tu piel lozana que me seduce a ver más, de tus manos de mujer que me intrigan aún sin estrecharlas, del misterio que me deja el brillo de tus lindos ojos coloridos que aún no puedo descifrar y me hipnotizan al mirarte, de la terneza de tus labios que me fascinan sin decir siquiera una palabra que me revele acaso si será dulce el beso de tu boca, de la calidez de tu sonrisa como de niña pero de señora que me agrada entre los tonos de tu fónica risa que alegra ya cualquier momento.
Para nada es igual tu presencia refrescante comparada con el reflejo mudo y opaco en el espejo, aún cuando posas afable ante el lente digital que te capta sin tener un sentimiento, que apenas guarda colores externos, porque no sabe ver los matices de tu alma maravillosa.
Así, una tarde cualquiera, la menos pensada, te he visto y te veo. Sin prisa te vuelvo a mirar, una y otra vez te veo y no lo me creo. Hermosa.
Para nada es igual tu presencia refrescante comparada con el reflejo mudo y opaco en el espejo, aún cuando posas afable ante el lente digital que te capta sin tener un sentimiento, que apenas guarda colores externos, porque no sabe ver los matices de tu alma maravillosa.
Así, una tarde cualquiera, la menos pensada, te he visto y te veo. Sin prisa te vuelvo a mirar, una y otra vez te veo y no lo me creo. Hermosa.
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