Un hombre que la ame
Ese brillo celestial de unos ojos preciosos que miran con Fe al horizonte buscando acaso ver quién se acerca, desde algún lejano lugar, mantiene encendida la llama de la pasión dentro del cuerpo de mujer bonita que antes fue la hoguera del fuego del deseo. Alguien que sin prisa converse con su mirada toda una tarde mientras llueve y escuche los latidos de su corazón cuando la abraza si acaso truena, que juegue con su pelo tras las orejas al saludarla mientras sonríe mirándole por la espalda hasta la cintura. Alguien que la acompañe a tomar un café con galletas de nata sin poner una excusa, que le sirva una copa de vino tinto después de las seis tarareando un romance, que cuando llegue el momento sepa cómo quitar los botones de su blusa y el cierre de su falda. De donde sea que venga, pero que llegue con los anhelos de ser placer cada madrugada en su cama, que sin pedirlo le acompañe en la ducha antes y después de amarla para admirarla sin pudor enjabonada y con el pelo mojado, y con em