El jardín del querer
Las viejas ramas del rosal lucen hoy casi marchitas, muy a pesar de la primavera, el verde de sus hojas no brilla como antes, sus nervaduras se cruzan sin patrón, ya no se ven nuevos brotes en sus ramas que tiernos apunten a ser coloridos capullos de flor.
Por el suelo la tierra se conforma en silencio llenándose de hojas secas que caídas sin prisa se abrazan buscando un consuelo, las que luego se alborotan por ratos con la brisa de la tarde que llega entre los troncos con ansias de hallar un poco de cariño.
Una espina y una flor, otrora protagonistas de una historia de amor, son hoy testigos olvidados en una esquina del rosal, es cuanto queda de un amor natural que tierno se gestó, pero que no nació, aquel que un día fue creciente ilusión y al siguiente amanecer se convirtió en discreto recuerdo de unos momentos de ensueño. La crueldad supervisó sin enojo los eventos cotidianos, y pasó lo que tenía que pasar, sin pena ni gloria murió aquel amor ante los quejidos del inocente viento que iba respirando sollozos.
Fue un fulminante castigo de la fortuna para el destino, que esta vez no supo calcular bien el tiempo y soltó las riendas a los anhelos sin ser el momento correcto. Porque también a veces a la vida le pasan las cosas que no le deben pasar, mas sigue igual.
El Amor y el Tiempo ya se pondrán un día de acuerdo con el Destino, para que la Fortuna permita que Ella y Él se puedan querer con tino, con esa locura de los signos que se abrazan en parejas.
Se sabe que Él la busca y la espera, paciente y sin miedo, mientras Ella conversa con la Fortuna tratando de entender las dudas.
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