Te espero para el café

Hoy sin querer mirando viejas fotos me he recordado de los momentos eróticos de un sábado donde todo salió de la nada y se convirtió en leyenda, una aventura alegre de principio a fin, sin desperdicio. Cuando el amor da pasión todo se siente y se disfruta.

Ese sábado no habíamos quedado para vernos, pero en verdad los deseos me tenían como nerviosa, la piel se me erizaba de sólo pensarlo, solté el miedo y le escribí, le dije: “te espero para el café”. Me respondió al poco rato diciéndome que pronto llegaría.

Me paré enseguida de la cama para adelantar y preparar todo. Primero una picadera de serrano y manchego con uvas blancas y frutos secos, el vino a la nevera y después un baño completo, recorte de vellos y cuido femenino, axilas y piernas afeitadas y crema.

Al salir del baño me puse colonia hasta en la espalda, encima sólo una bata de seda y a la cocina a poner el café, porque a tomar café es la invitación, ya después pasará lo que tenga que pasar, ante los ojos de Dios seremos dos amantes con un sólo motivo.

Mientras llegaba el hombre de mis sueños a ser realidad en mi vida puse sábanas limpias a mi cama y encendí el acondicionador de aire en mi habitación, le di de comer a las perras y me tomé un vaso de agua fría. Me sonreía alegre, pero me comían las ansias.

El sonido de unos pasos por la escalera más el ladrido de las perras me colmó de emoción y fui de inmediato hasta la puerta de entrada, al ver el cerrojo dando vueltas supe que había llegado, y entonces quité la cadena de seguridad para que pudiera entrar.

Sus ojos oscuros miraban profundamente el verde de los míos mientras despacio entraba dando pasos para darme un abrazo de cuerpo entero, su pecho con mi pecho, cintura y piernas, un abrazo apretado, sin hablar todavía me besó cerrando tras de sí la puerta.

Con ese beso me cambió la vida y nada le respondí cuando me dijo: “Hola Corazón”. De la mano lo tomé y le acompañé hasta la sala de estar donde en principio tomaríamos un café, conversando de esas cosas de la vida, entonces me replico: “vine a tomar café”.

Por bromear le pregunté: “¿cómo lo quieres?” esperando acaso alguna respuesta jocosa, entonces sin quitarme los ojos de encima me respondió: “lo quiero negro, mucho, fuerte y sin azúcar”. Apenas le pude sonreír, me fui a la cocina para complacer su pedido.

Cuando servía en las tazas aquel café recién subido bien caliente y muy aromático, sentí sus manos abrazando mi vientre desde atrás, ahí por poco me quemo los dedos cuando torpe derramé gotas del preciado fluido. Así lo mejor empezaba parados en la cocina.

En verdad no recuerdo si tomamos café aquella tarde, así la excusa de la visita quedó en un segundo plano, sí recuerdo que caminamos entre besos agarrándonos de las paredes hasta llegar a la habitación, dónde sin soltar su brazo pude ya sacar a las perras.

Una vez que empezamos a amarnos, con el derroche de pasión ya se detuvo el tiempo y mejor no les cuento porque me sonrojo, durante el primer receso fui corriendo a buscar el vino y la picadera que estaban en la nevera para calmar la sed y recobrar fuerzas.

Para el segundo receso, aunque la habitación estaba fría, traje de la cocina agua con hielo, unas fresas y un sirope de chocolate, que por cierto éste terminó embarrado por mi cuerpo sin Yo saber cómo, mas reconozco que fue placentera la labor de limpieza.

Cuando fue el momento del tercer receso el sueño se hizo cargo de nuestros cuerpos ya cansados, sudados y desarropados nos quedamos tirados en la cama sin tener postura definida, sonriéndonos con la satisfacción del deber cumplido hasta quedarnos dormidos.

Me dolían las piernas, la espalda, las caderas, pero eso no me importaba y seguía buscando el calor de su piel un poco más, Yo sabía que llegaba la hora de despedirnos hoy, dando gracias por todo y por tanto le dije: “levántate, es tarde ya”. Él me miraba.

Ya con ropa puesta, calzándose las medias le acerqué sus zapatos y le dije: “vuelve pronto a tomar otro café”. Él me miraba callado, se iba, pero no porque quería, la noche avanzaba y luego todo se complicaría, un fuerte abrazo decía un adiós sin despedida.

Hasta la puerta le acompañé abrazada a su pecho, oyendo los latidos de su corazón, feliz y triste a la vez lo besé sin miedo de perderlo, aunque después con el tiempo eso fue todo lo que supe hacer. Su forma de amarme no la olvido mas me mata de nostalgia.

Hoy me trae recuerdos el aroma del café pero sola en mi habitación nada es igual, mis dedos no son suficiente, cuando cierro los ojos veo su imagen en mi mente y me hierve la sangre, mi piel se estremece toda y acabo haciendo lo que me falta de Él, sin Él.

30-Jul/2020 (Serie Una Historia)

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