El azar citadino

Cierto día, por una mera obra del azar citadino, un rebaño de besos que iban volando por el aire perdidos, a voluntad del viento del sur, nos vieron sentados tomando un café sin prisa, sin más ni más pararon y nos visitaron sonrientes, aún era temprano por la mañana, se miraban entre ellos ilusos como queriendo saltar de mi boca a sus labios, eran muchos, los había variados, tiernos y profanos calculaban la distancia para no fallar en el intento, entonces llegado el momento el más intrépido saltó sin miedo.

Al instante justo le pude decir: "Disculpe Usted Señora, que Yo no he sido, ha sido un beso profano que andaba perdido y sin preguntar direcciones de mi boca ha saltado a sus labios. No sé cómo podría remedia la situación, me siento muy apenado en verdad".

Todavía con cierto asombro en su cara la Mujer Bonita con una sonrisa pícara me dijo: "Apenada estoy Yo de que el Extraño Señor no quiera confesar su voluntad de besarme, porque hace tiempo que espero que esto suceda, y ahora le digo que incluso me gustó".

Ya se podrán imaginar la velocidad que alcanzó latiendo mi corazón ante este comentario, por demás los deseos de besarla de nuevo se mostraron sin temor, entonces mis ojos cambiaron su mirar y mi voz bajó el tono de hablar, ya mis manos buscaron las suyas.

Y todo cambió gracias al viento del sur que trajo unos besos, y a la sinceridad de unas palabras sencillas que dijeron toda la verdad del sentimiento que dos seres ajenos vivían, cada quien en su silla tomando café una mañana cualquiera empezando el otoño.

El azar citado fue testigo fiel de las más tiernas caricias entre mis manos y las suyas, de aquel beso robado que abrió las puertas del deseo para besarla de nuevo y sin pausa morder sus labios hasta dejarlos sin la fresca pintura carmesí que antes lucían.

12-Sep/2020 (Serie Mujer Bonita)



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