Al borde del abismo
Entonces
levantó el rostro, me miró sonriendo con ojos de perdón y me dijo en baja voz:
-
"Ven, siéntate aquí cerca, conversemos..."
Mi
sorpresa fue inmensa, me quedé inmóvil por un segundo y luego mi cuerpo
reaccionó en consecuencia para tomar un lugar a su lado, justo al borde del
abismo, donde nadie se atreve a sentarse, ni siquiera a acercarse.
Jugando
entre sus dedos movía sin pausa de un lado a otro una menuda moneda dorada, que
pasaba de una mano a la otra por encima del precipicio, y no parecía importarle
si acaso la perdía, mas noté que su destreza era superior, su confianza era
mayor que el temor de perder la moneda cayendo sin remedio en el vacío.
Entonces
el Destino nuevamente me miró, ya con deseos de hablarme y tomando aire dijo:
-
"¿Piensas acaso que me he olvidado de Ti?"
Yo
observaba atónito, con cara de asombro, nunca imaginé el momento de tener
contacto con el mismísimo Destino a quien muchas veces agradecí por mi buena
suerte, y a quien otras tantas le reclamé por mi pobre fortuna.
Yo
no sabía qué decir, sus ojos con profundo mirar guardaban todas las horas del
tiempo y me veían con la calma infinita de la paciencia, nada parecía tener
sentido y sin embargo no me surgían preguntas, ni quejas, hoy nada se ponía en
duda ante su presencia, la que tanto aclamé sin creer que siempre estuvo
Conmigo.
Volviendo
la vista sobre el panorama, como buscando el horizonte lejano, me comentó:
-
"La diferencia ante los azares es la actitud."
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