Cualquier día era bueno
Cualquier día era bueno para conversar y no importaba la hora, las palabras se hablaban espontáneas sin temor, el diálogo siempre era interesante, al final la picardía rauda llegaba para avivar las risas y despertar el morbo, la imaginación también presente nos dejaba excitados, formados y húmedos, cada cual como podía.
Cualquier día era bueno para improvisar un encuentro por algún lugar, bebernos algo, comer también para caminar después tomados de la mano por la vieja ciudad, donde nadie se ocupaba de saber quiénes éramos ni para dónde íbamos, así tuvimos tantas primeras veces que contarlas no tiene sentido, cada cual era como quería.
Cualquier día era bueno hasta que una noche nos quedamos sin días para seguir siendo algo, eso que no supimos mantener vivo y sin embargo todavía perdura el recuerdo de lo que fue y más la ilusión de lo que pudo ser; si tal vez se hubiera quedado mudo el orgullo y callados los agravios del ayer que tanto nos castigaron.
Cualquier día era bueno para improvisar un encuentro por algún lugar, bebernos algo, comer también para caminar después tomados de la mano por la vieja ciudad, donde nadie se ocupaba de saber quiénes éramos ni para dónde íbamos, así tuvimos tantas primeras veces que contarlas no tiene sentido, cada cual era como quería.
Cualquier día era bueno hasta que una noche nos quedamos sin días para seguir siendo algo, eso que no supimos mantener vivo y sin embargo todavía perdura el recuerdo de lo que fue y más la ilusión de lo que pudo ser; si tal vez se hubiera quedado mudo el orgullo y callados los agravios del ayer que tanto nos castigaron.
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