Llueve al final de la tarde
Se
ven casi cansadas las gotas de lluvia rodando sin prisa en el cristal de la
ventana, se mueven como si nada les importara. Bajan y se desaguan por las
rendijas de la base de metal de la puerta sin que el sol, lejano ya, tenga
fuerzas para secar la humedad que dejan detrás, haciendo surcos discretos en
relieve que se pierden a poco sin más esperar.
Opaca
se ve reflejada la imagen de su cara de ángel contemplando un poco el ocaso, va
callada esperando paciente cruzar el tránsito para poder pasar por las calles
del lugar y llegar a su hogar, a descansar el cuerpo y el espíritu. A veces la
tranquilidad vale más que la risa, empero eso pasa sólo unas pocas veces,
cuando la mente agotada de tanto pensar se detiene en silencio y las sombras
detrás del espejo, sin que se les pueda mirar, observan las lágrimas del alma
que no puede más llorar.
Llueve
al final de la tarde, y ya se hace tarde para pensar en conversar con Ella,
planear acaso una salida, sentarse sin las penas a mirar el mar, buscar una
guarida de atardeceres que invite placeres. Aunque nunca es tarde realmente si
es buena la intención, si se trata de aliviar las presiones cotidianas que nos
llenan las horas de preocupación. La lluvia y el calor se combinan para hacerle
compañía.
Llueve
al final de la tarde y no sé qué es mejor, si imaginar cómo brillan sus lindos
ojos lejos de Mí ó esperar apenas llamar su atención escribiendo estos trozos
del pensamiento que tejen tiernos momentos del atardecer.
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