Sin mirar atrás
Sin
mirarme volvió la cabeza para decirme que se marchaba, que no quería fingir una
despedida ni albergar misterios en su partida.
La
noche había sido larga y cansada, por ratos cerrando los ojos para pretender el
sueño sin siquiera saber qué llegaría primero, si el rencor ó el perdón, ó
acaso sería el olvido.
Entonces
pasaron los días sin novedad, y fueron semanas y luego meses, sin mirar atrás,
sin llamar al mañana, sin buscar los recuerdos que una vez fueron sentimiento y
pan sobre la mesa para compartir con Fe.
Después
la realidad se hacía evidente, clara, sin pronunciar palabra se entendía lo que
estaba callado desde antes, sin mirar atrás todo cobraba sentido, incluso
aquello que desde el principio se temía y se quería, todo ahora era distinto, pero a la vez verdadero.
Sin
mirar atrás quedaba un pasado echado a su propia suerte, ausente por demás,
dichoso una vez y maltrecho después de tanto querer ser lo que nunca sería,
acaso esta vez apenas será el recuerdo de mil noches perdidas entre lunas menguantes
y crecientes, porque las nuevas nunca se vieron y las llenas todo lo dieron.
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