Un llamado a la puerta
Cuenta
la leyenda de la vida urbana que un día cualquiera, mientras soplaba la última
brisa húmeda de la tarde, aunque no se esperaba visita sonó un llamado a la
puerta.
Un
leve toque doble se escuchó sobre la conversación de la serie televisiva.
- “¿Quién podrá ser, hoy, a esta hora?”
Se
preguntó extrañada la Señora.
- “¿Abrirás la puerta?”
Le preguntó
la voz de su Yo interior.
Mil
ideas se asomaban por su mente, mientras la sangre irrigaba su cerebro se llenaba
su cabeza de recuerdos, de dudas, de ansias. Por un instante toda era incertidumbre.
- “¿Cómo me verá?”
- “Tal vez más vieja, quizás mi pelo no esté
bien...”
De
repente se cuestionaba la Señora.
Sin
saber quién puede ser, pero deseando quien sea, la Señora se levanta despacio
de la cama tomando al caminar una bata de dormir para cubrir alguna desnudez de
la improvisada pijama que vestía.
Paso
a paso hacia la puerta sigue maquinando su pensamiento sobre quién sería la
visita, y las ansias provocando confusión, late más aprisa su corazón y parada
ante la entrada se detiene buscando oír alguna señal de confirmación, o acaso
de equívoco.
- “¿Será aquí que tocaron?”
- “Tal vez fue donde la vecina...”
Pensando
para sí la Señora buscaba apoyo.
Los
ladridos de las mascotas parecen convencer a la Señora que en efecto hay
alguien esperando tras la puerta de la entrada, pero aún así no mueve un
músculo de su cuerpo para abrir la puerta. Sigue respirando sin pausa.
Parece
que espera otro intento de toque en la madera, una voz de saludo, una palabra
de alerta, alguna señal.
Sin
temor pero sin valor respira profundamente para calmarse, sin tomar una
decisión.
- “¡Dios mío!, ¿quién será?”
Se
dijo a sí misma la Señora apretando los labios.
- “¿Vas a abrir ó no?”
Le cuestionó
la voz de su Yo interior.
Los
años fueron pasando, sin noticias puntuales, sin encuentros casuales, pero a
pesar del tiempo nunca perdieron la esperanza de tenerse de nuevo enfrentados,
con el dilema de un abrazo completo, con el anhelo de besarse como en aquellos
momentos de antes, cuando la mera presencia bastaba para invitar a compartir
los anhelos.
Pasaron
dos minutos que se sintieron como dos horas.
Ningún
ruido nuevo se escuchó, la televisión seguía encendida y las perras ladraban
igual oliendo por debajo de la puerta.
Le
invadía a la Señora un leve escalofrío por la espalda y le bajaba hasta las
piernas tras las rodillas.
- “Seguramente será alguien buscando una
dirección.”
- “Si no abro no pasa nada, que pregunte en
otro sitio.”
- ¡Qué dilema!
- “No puede ser Él...”
Ni
siquiera asomarse para ver quién tocaba.
El
silencio y la indecisión hoy pudieron más que el temor y que el valor.
- “Bueno, no sé quién habrá sido, pero
ya se fue ”
Pensó
convencida la Señora mientras caminaba de vuelta a su habitación para continuar
viendo la televisión.
Parada
frente a la cama al quitarse la bata su pijama se aflojó de un lado y sintió
frío en las costillas, que siempre le quedaron más sensibles después de la
caída.
Pensó
entonces, sin pretenderlo, que un abrazo cubriría su pecho y calmaría el efecto
de la temperatura fresca de la habitación.
Respirando
dos veces volvió en sí, sabiendo que estaba sola.
Al recostarse
de lado en la cama y arropar su cuerpo, pensó escuchar de nuevo un ruido, como una
voz lejana.
Quitó
el sonido de la televisión y se quedó pensando si habría sido de nuevo un llamado
a la puerta.
Pero
nada escuchó esta vez.
Ya
sosegada pero aún sin temple para dormir, retomó la lectura de un libro que
yacía apartado en su mesita de noche, y al abrir la página que tenía el
marcador, casualmente su letra decía:
- “Así nos trae la vida cada momento hasta
la puerta, pero a veces no queremos oírlos, a veces no queremos verlos, a veces
no queremos vivirlos, nos limitamos a un tiempo y en un espacio, porque lo
tenemos programado todo sin estar siquiera planificado. El destino es
caprichoso y no tiene lógica en su proceder. El tiempo indiferente cruza por
los caminos y no pregunta nada. ”
Al
leer aquellas frases, mirando a la cornisa de su habitación se quedó pensativa.
- “Wao! ”
- “¿Y si era Él que tocaba a mi
puerta? ”
Se
dijo a sí misma la Señora exaltada.
- “No, no puede ser. ”
- “Él ni sabe dónde vivo, nunca ha
venido. ”
Se
contestó Ella misma en pensamiento a modo de consuelo inconsciente.
21-Mar/2019 (Serie Una Historia)
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