Despedida en el Boulevard de San José

Hay un rincón del alma destinado a los recuerdos; Javier espera ansioso el final de una despedida para guardar allí sus frutos.

Javier lleva ya dos años citándose con Esther en el Boulevard de San José, lleva dos años amándola sin quererla realmente, sólo por placer, como ha querido antes a muchas, sólo pensando en pasiones; así lleva ya veinticinco victorias en el Boulevard de San José, veinticinco victorias y sigue invicto.

Pero Javier está ya cansado de las mujeres del Boulevard de San José, está harto de tenerlas en su cama alquilada, ya no resiste mirarlas desnudas después, ya no soporta verlas junto a su vehículo esperando que Él salga de los bares; ya Javier no anhela besarlas, no ansía tocar sus cuerpos cubiertos de seda, ya no quiere perfumarlas por doquier con su aroma varonil, para borrar las huellas de otros. Javier ya ha saciado su pasión anónima, ya se acabaron sus deseos de placer con rostro fingido, los que alguna vez parecieron infinitos.

A Esther le llaman la Campeona, porque ha durado dos años envuelta con Javier, porque desde el primer día no abrió sus piernas ante Él, porque no descubrió la ternura de su pecho ante los amigos del Bar Roxy donde Javier la llevaba, porque no dejó que le plantara su masculinidad ni en la boca ni por detrás en la primera cita; por todo esto le llaman la Campeona sin Rival, porque no permitió que Javier le quitara la blusa en medio del Boulevard de San José para lamer sus senos, en aquel boulevard asqueroso y podrido donde todas las mujeres ambulantes se enloquecieron antes con Javier.

Javier nunca se enamoró, ni de Esther ni de alguna otra, sólo buscaba desvelar sus secretos y se marchaba cuando apenas se agotaba. Hoy hace dos días que Javier no viene al Boulevard de San José, me dijeron que ayer lo vieron rondando por el Boulevard de San Martín, donde no se sabe por la espalda cuál es hombre y cuál no lo es, porque féminas no son.

Javier, hastiado de mujeres alegres falsamente, quizás busca ahora el placer oculto de besar un pecho fornido.
Javier, el joven seductor de familia rica, hoy convertido en maricón. ¡Qué vergüenza!
Así, Javier no sabe qué hacer ya, se siente impotente y despreciado, se siente tal vez lo que siempre fue: una basura.

Esther tampoco ha vuelto al Boulevard de San José, dicen las que eran sus amigas que ahora anda por el Boulevard de Oriente, donde pernocta con una rica Dama de la sociedad que goza de su juventud, de sus besos exóticos y de sus caricias expertas.
Esther ya no es aquella muchacha encantadora, decente y dulce que se ilusionó con Javier y con el dinero del momento, tampoco es la mujer tierna que se entregó en cuerpo y alma al hombre elegante y fino que era entonces Javier.

Ya nada es igual, nada...

El reloj del parque marca las 5:30, la tarde está dando ya los últimos pasos de su despedida.
En el Boulevard de San José dos sombras se acercan lentamente hacia una esquina, y al juntarse revelan sus íntimos secretos, extienden sus brazos a la luz y se sientan en la quietud de la prima noche a conversar. Hoy nadie cruza por el Boulevard de San José, hoy no cantan las ranas del estanque, hoy no se escuchan pasar los coches tirados por viejos caballos, hoy Esther y Javier hablan del ayer, hablan del amor en medio del silencio celestial de un ocaso callado donde sueltan sus penas al viento, hoy comprenden lo que es el amor, hoy ya saben lo que es amar.

Javier ya no pasa su mano indiscreta por el cuerpo de Esther, otrora lozano, hoy los placeres opuestos les obligan a partir temprano, tan temprano que aún los bares del Boulevard de San José están cerrados, no han empezado la faena.
Javier toma su camino solitario y Esther se marcha con paso ligero y apurado.
Esta noche será muy larga y triste, como otras tantas lo han sido.

Esther ya no volverá con la Dama del Boulevard de Oriente, y Javier ya no será más falda de un volcán enfurecido en el Boulevard de San Martín.
Los dos han decidido cambiar su suerte, dejar de ser esclavos del placer simulado.
¿Pero cuáles serán los cambios que pueden ya hacer en sus vidas?
Pienso que tal vez cambiará el lugar, quizás la manera de hacerlo ó acaso el compañero infiel de la noche.

Son ya las 10:30 de la noche en el Boulevard de San José, tenue brilla la luna, Javier espera en una esquina la llegada a lo de antes; cuando Esther se aproxima friolenta; Javier la alcanza, le da su abrigo y la saluda cordialmente, luego la invita dignamente a compartir el placer de la madrugada, pero Esther pronuncia dos equívocos y continúa su paso firme por la acera; entonces Javier desconcertado le pregunta razones mientras caminaba tras Ella.

“Ofrecen un empleo en el Café Ariel para prostitutas bisexuales, pagan bien y son discretos, por favor no me busques, es mejor así, porque si vas no tendré valor para decirte cuánto debes pagarme luego de pasar un par de horas en una cama redonda rodeada de espejos con luces de colores”, le contestó con rostro serio Esther.
Ante la mirada atónita de Javier, Esther continuó diciéndole: “vuelve a tu Casa, tus padres aún te aman y siempre te esperan, Helena te quiere, Yo lo sé, siempre lo he sabido, Ella es una buena mujer”.

Javier no sabía qué responderle a Esther, quien finalmente lo miró y le dijo: “piensa por una vez en tu futuro, no en el mío, trata de ser un hombre, no temas por Mí que llevo siempre la navaja afilada en mi cartera y nunca haré con nadie lo que Tú me enseñaste”.

La luna se ocultó entonces...

20-Mar/1982 (Segunda Revisión) (Serie Esther y Javier)

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