Indiferencia
Ciertamente
me había dicho a Mí mismo que no te escribiría de nuevo. Quizás he tenido
múltiples razones para no hacerlo, y posiblemente sería lo correcto. No escribirte
otra vez. Sobre todo porque la última vez dije que sería caballero y que no te
diría de nuevo cuántas cosas pienso, cosas que decirte no debo. Pero en fin,
aquí estoy de nuevo: escribiéndote. No es falta de deseo, deseos hay, de todos
y en mucha cantidad. La verdad verdadera es que no quisiera no despedirme de
Ti. Al menos pienso que eso lo merezco.
Y
si llueve ó acaso está la Luna brillando a lo lejos, igual no cambiará mi
pensar, no será distinto mi sentir. No dejaría de amarte aún en la distancia
infinita.
Yo
sé lo que has dicho sin que lo escuche Yo. Y sé también lo que calla tu silencio.
Hace
unos días estuve muy delicado de salud, y todo lo que pasaba por mi mente era
no saber si volvería a ver tus ojos enamorados. Cada instante que me separaba
de la luz en la oscuridad me hacía recordar la suavidad de tus mejillas. Cada
respiro de aire me hacía evocar la pasión de tus besos. Cada fuerza de mi
cuerpo me hizo añorar la ternura de tu piel.
Yo
no quiero pensarte tanto, pero es algo que no logro evitar. Incluso la fresca
brisa me hace extrañar el calor de tu cuerpo desnudo bajo las sábanas. Decirte
más sería imprudencia. Por lo demás sólo puedo rogar me perdones por decir
estas cosas, pedirte algo más que tu perdón sería descortés.
No
quisiera entregar no más mis anhelos al mar, cuando camine sobre sus olas
partiendo hacia el horizonte. Esos anhelos que nacieron de las ansias de amarte
sin prisa, de adorarte siempre.
Hoy
sólo quiero saber cómo estás.
Y
es que nunca me hubiera imaginado
así
tanto tener tu indiferencia,
pero
a veces más tarde que temprano
se
conoce la falta de presencia,
pero
nunca se deja de aprender.
Hoy
sin ira, agradezco sin embargo
la
sabiduría que da perder,
con
Fe se vive fiel un desengaño
mas
sólo de ilusión muere el querer
que
con ojos cerrados fue feliz.
Y
las mañanas seguirán cantando
melodías
de pájaros y vientos,
cuando
el día el sol haya calentado
ya
nadie recordará aquel momento
dos
miradas rompieron la distancia.
Las
hojas secas quedarán rodando
al
borde de la senda que es la vida
de
ese camino largo que se hace ancho
a
merced de brisas del sur y el este,
pero
el paso no se detiene, sigue.
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