Despedida en el Boulevard de San José
Hay un rincón del alma destinado a los recuerdos; Javier espera ansioso el final de una despedida para guardar allí sus frutos. Javier lleva ya dos años citándose con Esther en el Boulevard de San José, lleva dos años amándola sin quererla realmente, sólo por placer, como ha querido antes a muchas, sólo pensando en pasiones; así lleva ya veinticinco victorias en el Boulevard de San José, veinticinco victorias y sigue invicto. Pero Javier está ya cansado de las mujeres del Boulevard de San José, está harto de tenerlas en su cama alquilada, ya no resiste mirarlas desnudas después, ya no soporta verlas junto a su vehículo esperando que Él salga de los bares; ya Javier no anhela besarlas, no ansía tocar sus cuerpos cubiertos de seda, ya no quiere perfumarlas por doquier con su aroma varonil, para borrar las huellas de otros. Javier ya ha saciado su pasión anónima, ya se acabaron sus deseos de placer con rostro fingido, los que alguna vez parecieron infinitos. A Esther le llama