Una espera larga
La tarde
despachó su mirada de la tierra caliente ya, ha dado paso a la noche oscura.
La luna
no ha dicho presente...
Las
palabras de bajo tono que una noche, aquella noche, representaron la cruda
verdad de la realidad, hoy resultan arrepentidas y embusteras.
Esther
espera cada noche una visita especial, que le haga recordar la felicidad de antes,
espera volver a hacer el 57 ó el 61, ó el 19, ó el 32, ó el 40...
Pero
noche tras noche la puerta se abre y se cierra y no llega su ambición, sólo
pasan cometas prendidos que alumbran su piel por un momento y luego siguen su trayectoria;
la flor del pubis ya no es fragante, hoy está deshojada y yace triste, hoy no
tiene quién la cuide.
Resulta
difícil volver atrás, volver y pedir perdón y mendigar amor, resulta muy difícil
borrar la cara de orgullo una vez que se ha dicho todo.
Cansada,
con unas sucias monedas sonando en su bolsillo se aleja para siempre del Café
Ariel, donde pasó tantas noches burlando la pena con la mueca de una sonrisa,
buscando esperanzas y tratando de olvidar su pasado, tratando de olvidar la
agonía de vivir con el dolor continuo de estar lejos del amor, y estando además
tan cerca el Uno de la Otra en un destino de lejanía que marca la frontera.
Para
Esther las noches no son noches, son horas vacías de placer fingido, y la cama
es un infierno de gemidos actuados, así su rutina la lleva a tener días de
descanso y tardes de maquillaje y ensayos.
Siendo
un Domingo de primavera, con poca clientela en el bar, apenas llegaba para empezar
a trabajar cuando de repente se detuvo y sin mediar palabra dijo:
- “Esto no puede seguir así, me voy, he
decido dejar el trabajo.”
Le dijo
Esther a su jefa soltando los atuendos que llevaba al probador, a la vez que
agarraba su pequeña cartera y salía apresurada sin mirar atrás, sin esperar
respuesta.
Al
salir del Café Ariel, Esther camina pensativa por el jardín de los recuerdos, su
mente es presa fácil del deseo y de los placeres de la pasión, pero también es
esclava del sufrir y cada día mucho más añora aquellos besos apasionados de
Javier.
Hoy
Esther se marcha del Boulevard de San José, sin muchas alternativas debe encontrar
algún dinero de pasiones en otro lugar del país, donde pueda olvidar a Javier,
donde pueda ser carne fresca para el mercado, que le dé el sustento.
Al
llegar a la estación de transporte del parque, compra el billete más barato y
se marcha en el primer autobús a un poblado cercano, donde quizás encuentre mejor
suerte, donde halle otras aventuras amorosas y más dinero, que hoy es lo
principal para su vida, una vida que está muy deteriorada ante el asqueroso
estilo de vivir que ha llevado con su oficio desde adolescente.
Esther,
una mujer de cuerpo, pelo y cara, una prostituta. Ella que siempre amó a Javier
y complacía todos sus deseos al andar y recorrer todos los rincones de su
cuerpo lozano, hoy no puede ya abandonar esta vida. La prostitución se apoderó
de Ella y la hizo una esclava.
Mientras
estuvo en el Café Ariel esperó muchas noches la llegada de Javier, en verdad fue
una espera larga, una espera que sólo fue eso, tiempo de esperar.
4-Abr/1982 (Segunda Revisión) (Serie Esther y Javier)
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