Se fue sin decir adiós
Salió por la puerta y la dejó abierta sin siquiera mirar atrás para ver por última vez todo aquello que dejaba. Ignoró el sol sobre su cabeza y enseguida partió, presta y dispuesta aguantando la humedad creciente en los ojos y una flema dentro de su nariz. Se fue sin decir adiós, sin pronunciar una palabra de despedida, sin voltear ni media mirada donde nadie, sin saludar de mano mientras todos la miraban caminando con paso firme. Si había una duda no se notaba, aunque el orgullo callara le sudaba la frente. Cada quien fue cada cual, más que antes y como nunca después, no hubo reclamos ni reproches, sólo ese silencio de todo, y entonces nació la distancia, aquella que crecía con cada hora en la geografía; Ella compró un pasaje de ida, y se fue sin decir adiós. Al final de la tarde igual se quedaron los cubiertos en la mesa puestos, en su lugar de siempre; el almuerzo quedó frío a merced de las moscas; la pimienta acompañó a la sal, el vaso con agua sudó mojando el individual. Sin previ